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De acuerdo a datos del IMSS, el empleo formal cayó 2,855 puestos en mayo, en parte por la caída estacional de 43 mil puestos del sector agrícola, como sucede en la temporada mayo-junio.


No obstante, las manufacturas vieron un retroceso de 1,473 plazas, acumulando un estancamiento en los últimos tres meses (-1,074).


Construcción registra una caída marginal de 3,285 puestos en este periodo.


No es común un estancamiento del empleo de estas industrias en esta época del año, por lo que es válido hablar de un enfriamiento de la dinámica laboral en estas actividades.


Por su parte, las áreas con mejor creación de empleo en el periodo marzo-mayo son servicios empresariales (+37,769 puestos), comercio (+23,027) y transporte (+20,671), los primeros dos un tanto ajenos a las disrupciones de las cadenas de suministro.


Por otro lado, los salarios promedio avanzan al 10.9% anual, los mayores incrementos nominales en dos décadas. El dato de consumo privado del INEGI confirma un máximo histórico, presumiblemente favorecido por las alzas salariales.


El horizonte presenta riesgos. Preocupa que el debilitamiento del empleo se da en dos actividades cíclicas: construcción y manufacturas, aunque transporte luce bien. Por otra parte, mayores costos laborales, más la presión de commodities prolongarían las presiones inflacionarias, con efectos sobre el consumo, que serían más evidentes si el empleo se debilita más.

La inflación repunta a nivel global a niveles no vistos en los últimos cuarenta años.


El alza global de precios responde al diferencial que se creó por un shock de oferta y un incremento inusual de la demanda.


En Estados Unidos, la inflación anual al consumidor llega en abril a 8.2%, mientras los precios al productor aumentan 11%.


En México, los precios al consumidor registran un alza interanual de 7.6% en la primera quincena de mayo. Los precios al productor aumentan 10.3% anual al mes de abril.


La pandemia ha causado una disrupción importante en las cadenas globalizadas de suministro. Este fenómeno ha afectado la capacidad de producción en una amplia gama de industrias, de manera significativa en la automotriz. La escasez por definición aumenta el precio de los insumos y productos finales.


La guerra en Ucrania viene a exacerbar las presiones de costos en la economía global. El alza del precio de productos agrícolas y energéticos alimentan de manera significativa la inflación.


A su vez la demanda experimentó durante las fases iniciales de la pandemia, una reasignación inusual del gasto del consumidor, de servicios a bienes, ante las medidas obligatorias y discrecionales, que limitaron la movilidad de las personas.


Aunado a ello, los apoyos gubernamentales extraordinarios en varios países además de condiciones financieras extremadamente laxas en Estados Unidos y Europa alentaron la demanda agregada.


Los mercados están esperando que los bancos centrales hagan su chamba: Controlar la inflación.


La Reserva Federal se prepara para iniciar una serie de alzas a pasos apresurados (medio punto por reunión), además de recoger el exceso de liquidez a través de reducir su cartera de bonos.


El Banco de México ha adoptado una postura firme de alzas de tasas, y manda la señal que hará lo necesario para doblar la inflación.


El problema es que los bancos centrales no tienen ninguna solución para normalizar las cadenas de suministro. No hay nada que puedan hacer para resolver el shock de oferta que experimenta la economía global actualmente.


Mayores tasas no van a resolver la escasez de microprocesadores ni van a incrementar la oferta de petróleo ni de trigo.


La tracción de las políticas monetarias se da a través de vías que impactan la demanda (costo del crédito) y las expectativas inflacionarias.


La desaceleración de la economía que es de esperarse por mayores tasas de interés tenderá a reducir la brecha entre oferta y demanda, pero las expectativas inflacionarias podrían ser más difíciles de impactar por la política monetaria mientras persistan las disrupciones de oferta.


En este contexto, la administración de costos se vuelve una función crítica para la sobrevivencia y rentabilidad de los negocios.


Preservar los márgenes de utilidad en un entorno volátil requiere un marco conceptual y analítico sólido.


Esta vez la inflación tiene impulsores distintos a escenarios donde los precios reaccionaban simplemente a un exceso de oferta.


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Por primera vez en la historia el precio promedio de gasolina en el mercado al menudeo de EEUU supera los $4.5 dólares por galón, derivado de los altos precios de petróleo y otras presiones de costos en el procesamiento y distribución.


Los futuros para la gasolina en el mercado de mayoreo cotizan cerca de los 4 dólares por galón.


Considerando que México importa cerca de 70% del consumo de gasolinas y de este monto 90% proviene de EEUU las presiones de costos se acentúan.


Actualmente el gobierno federal mantiene un fuerte programa de estímulos para evitar el alza de precios de los combustibles en términos reales. El gobierno ha dejado de cobrar por concepto de IEPS $5.5 pesos por litro en la gasolina verde, $4.6 en la roja y $6 en el diésel para evitar un alza en los precios finales.


Sumado a ello se ofrece un estímulo complementario (deducción de IVA e ISR a las gasolineras para evitar alza de precios a la vista) de $4.8, $4.6 y $5.2 pesos por litro para magnum, premium y diésel respectivamente, aunque la aplicación al precio de venta de este concepto depende de cada gasolinera.


El precio final del litro de gasolina es la suma del combustible + costos de logística, transporte, margen de ganancias y los impuestos IVA y IEPS. Aproximadamente 40% de del precio final correspondería a impuestos en situaciones normales. En la coyuntura actual los precios al consumidor no reflejan el costo verdadero de los combustibles al existir fuertes subsidios.


Fitch, que acaba de ratificar la calificación crediticia para México en BBB-, sostiene que el efecto en finanzas públicas del alza de precios del petróleo y del subsidio a la gasolina es neutro, mientras el precio del crudo permanezca por debajo de 100 dpb (actualmente $92.36). Mayores ingresos petroleros compensan la caída de impuestos y los estímulos a las gasolinas.


Las prácticas de subsidios se complican porque generalmente generan ineficiencias o desabasto, especialmente si van acompañadas de intervención gubernamental para limitar la competencia.

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