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Por: Jorge Gracia


Libertad y justicia, son  los grandes valores que se vuelven antagónicos en sociedades que no han sabido resolver la desigualdad y la marginación que afecta a amplias capas de la población.


Así encontramos en la historia reciente y en los tiempos actuales,  países cuyos  líderes optaron por la justicia -según sus criterios- a costa de la libertad de los ciudadanos. Los  resultados obtenidos  más frecuentes son  pueblos que terminan sin justicia ni libertad y aparte empobrecidos.


También encontramos no pocos casos de naciones cuyo arreglo político ofrece libertades que derivan en privilegios de minorías y  pobreza de las mayorías.


Las naciones que han tenido éxito en resolver el aparente antagonismo entre libertad y justicia lo han logrado a través de una democracia real. A través de un arreglo político que permite la participación real de la sociedad en la generación  de oportunidades de desarrollo para todos sus habitantes a través de reglas claras y justas que se respetan.


La clave para mantener libertades en un ambiente de justicia es la participación activa de la sociedad en la cosa pública, es decir en los asuntos que atañen al interés público.


La democracia representativa a través de partidos políticos es el arreglo más frecuente en los países democráticos avanzados.

En la breve experiencia democrática de México no se ha desarrollado aun un  sistema eficaz de representación de los ciudadanos en la vida pública.


Los escándalos de corrupción, el clima de inseguridad, el despilfarro de recursos, la ausencia de rendición de cuentas y aplicación de sanciones, los privilegios de la burocracia, ocurren en una democracia formal en las urnas, bastante manipulable por cierto, que ha derivado en una partidocracia en la que la ciudadanía no ha encontrado una representación eficiente que responda a sus intereses.


En ese contexto tenemos ante nosotros una inminente disyuntiva electoral:


1.- Cambiar el arreglo  político de distribución del poder y beneficios entre  grupos de interés, retomando  prácticas fallidas  de injerencia del estado en la economía  y en otros ámbitos, con la pretensión  de alcanzar mayor  justicia, o


2.- Reforzar el modelo de apertura económica para aprovechar su potencial, a la vez que se ofrecen límites a los excesos de la oligarquía política, confiando en que la esencia del modelo es la mejor  plataforma para el desarrollo económico, lo que eventualmente traerá  menor desigualdad.


Ninguna de las opciones electorales, sin embargo, ha propuesto una apertura clara para que  la sociedad  participe en la definición de las reformas que se necesitan para mejorar la eficiencia del marco regulatorio y operacional del quehacer político, que permita hacer llegar los beneficios del modelo político – económico a las mayorías.


Hay espacios concretos donde la sociedad podría participar de forma determinante para mejorar sustancialmente el uso de los recursos públicos.


La formación de un Consejo Fiscal Independiente permitiría reorientar el gasto público con criterios de productividad, limitar los excesos  y supervisar la aplicación de los recursos.


Los casos de  participación de la sociedad en el área de seguridad en Tijuana, Ciudad Juárez y Nuevo León, son ejemplos de los beneficios que puede aportar la participación ciudadana en forma organizada,  aun en ámbitos que podrían considerarse exclusivos del gobierno.


En el gran tema de la educación, en la era de la economía del conocimiento, el sector privado y las mismas universidades públicas pueden ampliar su contribución en la planeación y capacitación de los docentes de primaria a preparatoria, para elevar el rendimiento académico de los estudiantes, cuya formación será clave en su productividad  y en  ingreso de toda su vida laboral.


Ni que decir del potencial de participación de la sociedad en la estructuración de los mecanismos anticorrupción.


Como sociedad debemos entender que la cosa pública rebasó en temas cruciales la capacidad de gestión del gobierno y de los partidos políticos.


Lo que necesita México es más democracia participativa, más que ideas geniales o jugar a cambiar el equipo de gestores. Se requieren visiones nuevas, airear el entramado político con figuras que permitan la participación de la sociedad y propuestas que recojan más directamente el interés de la ciudadanía.


No podemos esperar concesiones gratuitas. Cada grupo político que llega trae propuestas  que “ahora sí” van a funcionar y por lo tanto dejan marginada  la participación de la sociedad.


Una perversión del arreglo político -peor que la partidocracia- sería utilizar o manipular la participación del pueblo desorganizado con fines de autoafirmación de la agenda del grupo en el poder.


Es tarea de la sociedad organizada, empujar, insistir, para abrir espacios que permitan  avanzar a través de una democracia efectiva, hacia una gestión pública más orientada a los intereses de los ciudadanos. Ese sí sería el verdadero cambio.


No más ideas geniales ni súper héroes.   ¿Qué opción electoral ofrece el mayor potencial para avanzar hacia una democracia representativa, en la que institutos profesionales, cámaras empresariales, sindicatos, ONG’S, juntas de vecinos, entre otras figuras, podrían hacer aportaciones que renueven la vida democrática?


La cosa pública es demasiado importante para dejarla exclusivamente en manos de los políticos.



De acuerdo con el INEGI, la tasa de desempleo reporta en mayo una tasa de 3.17%, la más baja desde 2006.


Curiosamente la menores tasas de desempleo se ubican en Guerrero (1.00%), Oaxaca (1.18%), Yucatán (1.41%) y Michoacán (1.94%), estados que se caracterizan por una elevada informalidad y una participación en actividades del campo elevada.


Las entidades con el desempleo más alto son Tabasco (6.25%) probablemente como reflejo del menor dinamismo de Pemex, Ciudad de México (4.96%), Durango (4.22%).


A pesar de que la mayor parte de la población económicamente activa tiene un trabajo, la tasa de condiciones críticas es del 16%.


Dicho porcentaje corresponde a los que trabajan y perciben menos de un salario mínimo o ganan hasta dos salarios mínimos, pero con una jornada laboral de más de 48 horas por semana.


La creación récord de empleo en el sexenio no ha logrado generar condiciones suficientes de bienestar, que puedan ampliar la capacidad de consumo de las familias.


Sin duda el salario, o de manera más amplia el ingreso de las personas, ha sido uno de los temas más abordado durante las campañas electorales.


Si bien hay medidas que pueden aplicarse para paliar la precariedad de los segmentos de la población más necesitados, no hay atajos mágicos para lograr una mejoría sostenida y sensible en su ingreso.


El ingreso familiar seguirá determinado por las condiciones de holgura del mercado laboral, y de la productividad de las inversiones y de la población económicamente activa.


Las medidas para combatir la desigualdad, deben ir en todo caso de la mano de una mejoría en las condiciones para la inversión en términos de carga tributaria, apertura a la inversión privada que permita aumentar la competencia y con ello la eficiencia en la economía, políticas pro-negocio más que persecutorias, educación y capacitación formal de la fuerza laboral.


No hay que olvidar que es el sector privado, formado por empresas grandes, pequeñas, micro, auto-empleados, formales e informales, el que genera el grueso de la inversión y el empleo. Hay que cuidarlo. Hay que invertir en él antes que en la burocracia.




Por: Humberto Márquez


En la época actual y como consecuencia básicamente de la globalización, las empresas deben operar en un entorno de negocios cada vez más complejo y competitivo en el que los retos son altos, y en algunos casos, determinantes de la sobrevivencia de la compañía ya que sólo sobrevivirán las empresas que mantengan o incrementen su competitividad.


Una empresa es competitiva si logra conservar o incrementar su participación en el mercado, esto es, además de seguir manteniendo sus clientes se está ganando a algunos de los de sus principales competidores. En cambio, se dice que una compañía no es competitiva cuando sucede lo contrario, sus clientes se están yendo con otras empresas que son sus competidoras, ya que éstas les ofrecen mejores condiciones, esto es: más calidad, mejor servicio y menor costo.


Existen diversas estrategias posibles para conservar o incrementar la competitividad de una compañía y dentro de éstas una de las más importantes es por medio de los costos. En muchas compañías exitosas los costos se han convertido en el elemento fundamental de sus estrategias a mediano y corto plazo para ser más competitivas, ya que si éstas ofrecen los mismos productos y servicios que sus competidores, pero lo pueden hacer a un menor costo, esto les da una ventaja competitiva sobre ellos.

Lo anterior constituye lo que se conoce como “administración estratégica de los costos”.


Pero, ¿cómo puede una empresa reducir sus costos en una manera racional en el mediano y corto plazo para lograr una ventaja ante sus competidores? La respuesta no es sencilla ya que cada compañía es distinta una de otra y requiere el desarrollo de una estrategia que tome en cuenta sus particularidades tanto internas como del mercado en que participa. Sin embargo, existe un aspecto básico en común que conduce al camino de la reducción eficiente de los costos y que constituye el requisito indispensable para el desarrollo de la estrategia, éste es, el conocer con suficiente profundidad lo que se quiere administrar en forma estratégica, es decir, los costos.


No se puede diseñar una estrategia válida si no se conoce y consecuentemente no se tiene la respuesta a cada una de las siguientes preguntas:


¿Qué es un costo? ¿los costos son malos? En caso de que haya costos buenos ¿cómo se pueden distinguir de los que no lo son? ¿Cuál es la razón general por la cual una empresa incurre en costos? ¿Quién, por qué y para qué se está generando un determinado costo? ¿qué beneficio se está obteniendo de él? ¿Cuál es el comportamiento de los principales costos en relación a ciertos niveles de actividad, tanto unitariamente como en total?


¿Cómo podemos determinar el comportamiento de un determinado costo? ¿Cómo se puede identificar y cuantificar un determinado costo? ¿Cuál es la importancia de ese costo en cuanto a su monto? ¿Se puede controlar? En caso afirmativo ¿Quién puede hacerlo? ¿por medio de que acciones? ¿Cuáles son las principales actividades desarrolladas por la empresa? ¿Cuál es el costo de cada una de estas actividades? ¿Qué tan eficientemente se están desarrollando estas actividades? ¿Cómo identificar actividades que agregan valor de las que no agregan valor? ¿En que informe se están reportando los costo? ¿Quiénes son los usuarios de estos reportes? ¿Qué acciones se están generado o deberían generarse? Para cierto tipo de decisiones que se deseen tomar en la empresa ¿qué costos son relevantes y cuáles son irrelevantes?

Si no se tiene las respuestas válidas a las preguntas anteriores es muy difícil que la estrategia para reducir costos dé resultados satisfactorios, ya que no se trata simplemente de eliminar costos en forma arbitraria si no que debe existir una justificación y objetivo concreto al reducir o eliminar un determinado costo.


Por ahora, en el presente artículo vamos a centrarnos en responder a las dos primeras preguntas: ¿qué es un costo? y ¿razón por la cual una empresa incurre en costos? Teniendo claro este concepto y el porqué se incurre en ellos, las respuestas a las otras preguntas son relativamente más fáciles de obtener.


El concepto de costo se puede definir como la entrega de dinero (ya sea en el momento actual o en uno futuro) de un bien o de un servicio a cambio de algo que va a beneficiar a la empresa que incurre en el costo.

De la definición anterior se desprenden dos ideas básicas:


1) Un costo implica que la empresa sacrifique dinero, bienes o servicios. Un costo es un sacrificio.


2) La finalidad del mencionado sacrificio (costo) es obtener un beneficio. La lógica nos señala que una conducta racional por parte de los administradores a la hora de evaluar la conveniencia de incurrir o no en un costo o de eliminar uno, es comparar el monto del sacrificio contra el del beneficio que se espera obtener.


El beneficio que se espera de los costos normalmente se ve reflejado en las ventas, esto es, directa o indirectamente los costos deben ayudar a generar ingresos (ventas). Dependiendo de cuándo se obtienen los ingresos, en los reportes financieros los costos se clasifican en tres grandes categorías: activos, gastos y pérdidas.


Los activos son costos que tienen potencial (están activos) de generar ingresos en periodos futuros.


Ejemplos de estos costos son los inventarios, la maquinaria, edificios, etcétera. Los gastos son costos que en el periodo actual ayudaron directa o indirectamente a generar ingresos y ya no tienen potencial de generar más ingresos en otros periodos. Ejemplos de este tipo de costos son: costo de lo vendido, gastos de venta, gastos de administración, etcétera.


Las pérdidas son costos que al igual de los gastos ya no tienen potencial para generar ingresos en periodos futuros, pero a diferencia de éstos, no ayudaron a generar ingresos en el periodo actual.


Es importante resaltar que no se trata de dar definiciones sólo por el prurito de hacerlo, lo que se quiere enfatizar es que si a las cosas se les llama por lo que son y entendemos el significado del vocablo con el que se les designa, es más fácil entender su significado.


De esto se trata precisamente cuando en la información financiera y en otros reportes similares, el contenido nos señala la existencia de ciertos costos, así como su relación con la generación de ingresos. El usuario de dicha información podrá hacer juicios de valor respecto a la situación de estos costos, por ejemplo, que hay costos que son buenos (los activos y los gastos) y hay costos que son malos y que por lo tanto se deben tomar todas las medidas necesarias para eliminarlos (las pérdidas).


En pocas palabras, estos informes están señalando la ruta a seguir para ser más competitivos al reducir los costos.


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