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La Reserva Federal dio a conocer ayer su decisión de política monetaria, donde mantuvo sin cambio la tasa de interés en el rango 0.00-0.25%.


Lo relevante es que presenta sus proyecciones para 2020-22. Espera una caída de la actividad económica de 6.5% para este año y un rebote de 5.0% para el 2021. Respecto a la tasa de interés no espera un movimiento por lo menos hasta 2022. La inflación tampoco será problema y esperan 0.8% para este año y 1.6% para el siguiente.


Asimismo, mantiene sin cambio su ritmo de compra de bonos para permitir el buen funcionamiento del mercado.


En principio la liquidez global y la promesa de tasas bajas por un tiempo prolongado son bueno para los activos, entre ellos las divisas.


Lo negativo es que Powell en conferencia de prensa señala que la recuperación de la actividad no llegará hasta que se reanuden actividades laborales y sociales que se hacían antes de la pandemia, riesgos de una segunda ola del virus y un desempleo elevado que afectado a las clases más bajas. Estos riesgos pueden poner en duda la recuperación proyectada de la actividad económica y sobre todo la efectividad de las políticas de la Reserva Federal.

Los valores gubernamentales en manos de extranjeros habían disminuido hasta en 356 mil mdp del 21 de febrero al 27 de mayo, una cifra que representa cerca del 1.4% del PIB.  La salida de capitales se daba en plena pandemia, donde los países emergentes sufrieron de manera especial el castigo de los mercados.

El último dato semanal presenta una entrada de capitales de cerca de 36 mil mdp al 28 de mayo, en medio de un mayor apetito por activos emergentes, lo que coadyuva a la recuperación del peso. 

Varios indicadores han tenido una mejoría en los últimos días, por ejemplo el riesgo país, que es el diferencial en rendimiento en dólares de deuda mexicana respecto a su equivalente en bonos del tesoro. 

Actualmente está cerca de los 275 puntos base, cuando hace dos meses cotizaba en 445 puntos. Si bien la mejoría es importante, todavía se encuentra en un nivel moderadamente alto.

La continuación de la reactivación económica en los países avanzados, sumado al aumento de la liquidez global permite una aversión al riesgo menor. ¿Cuánto más durará la euforia en los mercados?

De acuerdo con la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo, la población ocupada en el país disminuyó en 12.4 millones de personas en abril, ante las medidas de contingencia sanitaria. Pasa de 55.7 a 43.3 millones de trabajadores.

De esta cantidad 6.23 millones corresponden a asalariados subordinados, 4.29 millones de trabajadores por cuenta propia, 1.27 millones no remunerados y 558 mil a empleadores.

Otro dato relevante es que 2.1 millones corresponden al sector formal de la economía y 10.3 millones al sector informal. De alguna manera esto anticipa un empobrecimiento de la economía, donde el sector informal (sin prestaciones, liquidaciones, seguros, etc) se ve mucho más afectado.

En términos porcentuales el 34% de las personas que trabajaban en comercio perdieron su empleo o no percibieron ingresos, el 30% en restaurantes u hoteles, el 26% en la industria. Para los servicios la caída oscila alrededor del 10%.

Se debe tomar en cuenta que esta reducción del personal ocupado no representa un aumento en esa magnitud del desempleo, pues la definición del INEGI de desempleado considera que la persona debe estar buscando activamente un nuevo trabajo, algo que es muy complicado en plena cuarentena. Esto eleva la población no económicamente activa de 38.6 a 50.2 millones de personas. Conforme las personas vuelvan a buscar trabajo, la métrica de desempleo aumentará.

Tras la apertura muy gradual en la economía hay secuelas importantes. Los efectos fueron muy notorios en comercio, restaurantes y hoteles. Con la nueva normalidad es poco probable recuperar el nivel previo de demanda en esos sectores en el futuro cercano y por ende el mismo nivel de personal.  El impacto en la informalidad es particularmente relevante. 

Estamos ante una crisis humanitaria profunda que requiere replantear las políticas públicas para evitar que se convierta en una crisis de largo plazo.

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