De acuerdo a la SHCP, el déficit público aumenta de 3.9% en 2021 a 4.4% en 2022, lo que representa el mayor desequilibrio desde 2014.
El dato llama la atención porque estaba presupuestado un déficit de 3.8% en los Criterios de Política Pública 2022.
El balance primario, que se calcula antes del pago de intereses, fue deficitario en 0.5% vs. 0.3% año anterior y 0.1% aprobado.
Los datos de diciembre presentan una debilidad generalizada, al caer 15% real los ingresos públicos, en donde los ingresos petroleros retroceden 28.7% anual y los no petroleros caen 7.1%.
El retroceso de los precios del petróleo explica en parte la caída de los ingresos petroleros en diciembre, aunque en el acumulado enero-diciembre aumentan 18.7%.
Los ingresos tributarios retrocedieron 10% anual real en diciembre. El ISR cae 13.2% real, con lo cual los niveles son equiparables a los de finales de 2021.
El IVA retrocede marginalmente 0.7% real en ese mes, cerrando el año con una magra recaudación por este concepto.
La debilidad de los ingresos tributarios a cierre de año está en sintonía con indicadores oportunos de actividad económica y consumo, que se contrajeron al cierre de 2022.
Por el lado del gasto, el pago de intereses crece 10% real, y las participaciones a los estados 7.3%. Las pensiones aumentan 4.4%.
Una economía con un crecimiento a la baja será todo un reto para las finanzas públicas del 2023. Hacienda hizo el presupuesto con una proyección de crecimiento de 3%, y un déficit público de 4.1% del PIB, lo cual parece misión imposible en el contexto global y local actual.
En todo el 2022 el IEPS fue negativo en 79 mil millones de pesos por el subsidio a la gasolina y diesel. Este impuesto podría recuperarse si no rebotan los precios de petróleo y/o no se otorgan de nuevo subsidios. Pero el peso de pensiones, alto costo financiero y una débil captación de ISR e IVA marcan una nueva etapa en la finanzas públicas de este sexenio.
¿Más fiscalización?