LA TRAMPA DEL CORTOPLACISMO: CUANDO RECORTAR SOSTENIBILIDAD SOCIAL ES PERDER EL RUMBO
- Buenaeconomia
- 13 ago
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Por: Juan Carlos Meade Cantú *
Uno de los libros que más me han influido sobre cómo las empresas pueden crear valor es Grow the Pie, de Alex Edmans. En él se explica que muchas compañías, en su afán por maximizar las ganancias a corto plazo para sus accionistas, terminan empobreciendo a la sociedad en su conjunto. En lugar de expandir el "pastel" (es decir, aumentar el valor total que se genera para todos los actores involucrados) optan por dividir un pastel pequeño entre menos personas, restándole a unos para beneficiar solo a otros.
Este “pastel” representa el conjunto del valor económico, social y ambiental que una empresa puede generar. Cuando se limita su crecimiento (o se recorta, desaparece, etc.), se afecta el bienestar de empleados, comunidades, clientes e incluso del medio ambiente. Es una visión de negocio limitada que, aunque pueda parecer rentable en el presente, cobrará una alta factura en el futuro.
Y aunque esto podría parecer una práctica del pasado, lo cierto es que aún hoy muchas empresas (incluso aquellas que ya han comprobado que el impacto social puede ser rentable) ceden ante la tentación de recortar lo que no les da ganancias inmediatas con la excusa de reestructuras internas, seguro te suena el caso reciente de una gran empresa mexicana. Pero hay decisiones que no solo reconfiguran estructuras internas; también revelan prioridades. Y, sobre todo, muestran qué tan en serio se toman los compromisos en el largo plazo.
En general, reducir las áreas de sostenibilidad social puede parecer una medida técnica, justificada con tablas de costos y métricas financieras. Pero en realidad es una declaración pública: la sostenibilidad social es secundaria. No es negocio. Y si no genera utilidad inmediata, se corta. Esa lógica es peligrosa por varias razones. La más evidente es que refuerza la idea errónea de que la sostenibilidad social es un gasto y no una inversión. Pero más allá de eso, lo que preocupa es la señal que envía al mercado, a los empleados, a las comunidades y a los inversionistas: que el propósito corporativo es negociable.
En el libro Net Positive, Paul Polman (ex CEO de Unilever) relata un episodio que demuestra el poder de un propósito auténtico. En 2017, Unilever fue objeto de una oferta hostil de adquisición (es decir, cuando una empresa intenta comprar otra sin el consentimiento de su consejo directivo, yendo directamente con los accionistas con una propuesta de compra superior al valor de mercado) por parte de Kraft Heinz, una empresa, en cuyo modelo de negocio la sostenibilidad no tenía un papel relevante.
La oferta, aunque financieramente atractiva, ponía en riesgo todo el modelo de negocio sostenible que Unilever había construido en años: un enfoque de largo plazo basado en la creación de valor para todos sus grupos de interés.
Lo extraordinario fue que Unilever recibió el respaldo de aliados inesperados: inversionistas institucionales, medios, consumidores y empleados alzaron la voz para frenar la transacción. Este apoyo se dio precisamente porque la empresa había cultivado, a lo largo de los años, una reputación de compromiso genuino con el impacto social y ambiental. Esa credibilidad generó un escudo reputacional que la protegió incluso de una operación financiera tan agresiva.
Esta es una prueba concreta de que cuando una empresa adopta en serio el propósito, y lo traduce en acciones consistentes, sin echarse para atrás, no solo fortalece su legitimidad: también se vuelve más resiliente, más atractiva y más difícil de doblegar por intereses cortoplacistas. Pero cuando una compañía desmantela sus áreas de sostenibilidad o parte de ellas, pierde más que talento especializado o presupuesto operativo. Pierde, en mi opinión, al menos, cinco cosas clave:
Licencia social: deja de ser percibida como aliada del desarrollo y se convierte en una entidad que actúa solo cuando le conviene.
Talento con propósito: cada vez más jóvenes buscan trabajar en empresas con valores reales. Si se percibe que el impacto es prescindible, creen que ellos también lo serán.
Acceso a capital responsable: fondos ESG, bancos de desarrollo y alianzas estratégicas buscan empresas con visión transformadora. Retroceder en impacto es alejarse de esas oportunidades.
Resiliencia: las áreas de impacto conectan a la empresa con sus comunidades, detectan riesgos sociales y generan confianza. Sin ellas, la empresa es más vulnerable frente a shocks de todo tipo, lo que se traduce en pérdidas.
Narrativa: en la era digital, cada movimiento empresarial se convierte en discurso. Y el discurso de “recortar impacto” es uno difícil de justificar ante la opinión pública.

“El pastel representa el valor que una empresa crea para la sociedad. La sociedad incluye no solo a los inversores, sino también a colaboradores, clientes, proveedores, medio ambiente, gobierno y las comunidades. Si las empresas solo consideran a los inversores e ignoran a las otras partes interesadas, perderán su licencia social para operar, como posiblemente ya lo estén haciendo...”
― Alex Edmans, Grow the Pie: How Great Companies Deliver Both Purpose and Profit
Por lo tanto, las áreas de sostenibilidad/impacto social dentro de la empresa deben ser tratadas con la misma seriedad estratégica que áreas como marketing o ventas. Como explica Alex Edmans, si una empresa necesita mejorar su rentabilidad, el camino no es restarle la parte del pastel que la empresa da a la sociedad, sino expandir este pastel: crear más valor total para todos sus grupos de interés. Por ejemplo, para hacer más grande el pastel, una empresa podría analizar cómo sus operaciones actuales pueden contribuir al bienestar de la comunidad donde opera: desde rediseñar productos con criterios de inclusión, hasta generar alianzas con actores locales para resolver un problema social y ambiental específico. Esto no solo potencia su reputación y afianza la confianza con sus grupos de interés, sino que además abre la puerta a nuevas oportunidades de negocio y diferenciación. Eso también es rentabilidad. Pero con propósito y de largo plazo.
En definitiva, una empresa que deja de apostar por la sostenibilidad social comienza a perder activos invisibles pero fundamentales: la inspiración que motiva a su talento, la credibilidad que atrae aliados estratégicos y la capacidad de transformarse ante los desafíos.
Si tu empresa está comprometida con generar valor más allá de los resultados financieros y quiere profundizar en cómo medir y fortalecer su impacto social y ambiental, acércate a la Dirección de Alianzas Estratégicas. Contamos con herramientas y acompañamiento especializado para empresas que buscan hacer del propósito una ventaja competitiva real. Escríbenos a alianzas.estrategicas@nuevoleon.gob.mx y construyamos juntos un camino de sostenibilidad con impacto.
* Director de Alianzas Estratégicas
Secretaría de Igualdad e Inclusión
Gobierno de Nuevo León
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