La inflación repunta a nivel global a niveles no vistos en los últimos cuarenta años.
El alza global de precios responde al diferencial que se creó por un shock de oferta y un incremento inusual de la demanda.
En Estados Unidos, la inflación anual al consumidor llega en abril a 8.2%, mientras los precios al productor aumentan 11%.
En México, los precios al consumidor registran un alza interanual de 7.6% en la primera quincena de mayo. Los precios al productor aumentan 10.3% anual al mes de abril.
La pandemia ha causado una disrupción importante en las cadenas globalizadas de suministro. Este fenómeno ha afectado la capacidad de producción en una amplia gama de industrias, de manera significativa en la automotriz. La escasez por definición aumenta el precio de los insumos y productos finales.
La guerra en Ucrania viene a exacerbar las presiones de costos en la economía global. El alza del precio de productos agrícolas y energéticos alimentan de manera significativa la inflación.
A su vez la demanda experimentó durante las fases iniciales de la pandemia, una reasignación inusual del gasto del consumidor, de servicios a bienes, ante las medidas obligatorias y discrecionales, que limitaron la movilidad de las personas.
Aunado a ello, los apoyos gubernamentales extraordinarios en varios países además de condiciones financieras extremadamente laxas en Estados Unidos y Europa alentaron la demanda agregada.
Los mercados están esperando que los bancos centrales hagan su chamba: Controlar la inflación.
La Reserva Federal se prepara para iniciar una serie de alzas a pasos apresurados (medio punto por reunión), además de recoger el exceso de liquidez a través de reducir su cartera de bonos.
El Banco de México ha adoptado una postura firme de alzas de tasas, y manda la señal que hará lo necesario para doblar la inflación.
El problema es que los bancos centrales no tienen ninguna solución para normalizar las cadenas de suministro. No hay nada que puedan hacer para resolver el shock de oferta que experimenta la economía global actualmente.
Mayores tasas no van a resolver la escasez de microprocesadores ni van a incrementar la oferta de petróleo ni de trigo.
La tracción de las políticas monetarias se da a través de vías que impactan la demanda (costo del crédito) y las expectativas inflacionarias.
La desaceleración de la economía que es de esperarse por mayores tasas de interés tenderá a reducir la brecha entre oferta y demanda, pero las expectativas inflacionarias podrían ser más difíciles de impactar por la política monetaria mientras persistan las disrupciones de oferta.
En este contexto, la administración de costos se vuelve una función crítica para la sobrevivencia y rentabilidad de los negocios.
Preservar los márgenes de utilidad en un entorno volátil requiere un marco conceptual y analítico sólido.
Esta vez la inflación tiene impulsores distintos a escenarios donde los precios reaccionaban simplemente a un exceso de oferta.
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